Javi García Machuca enseñando a Elena Raíces Colgantes a hacer celosías Foto: Nataraj Noche Entonada
Cuando uno quiere hacerse su propia casa, lo primero que se pregunta es, ¿dónde la voy a poner? Nosotros, hasta la coronilla de pagar alquileres y de vivir en pueblos o ciudades queremos movernos al campo.
La opción de vivir en el campo suena muy bonita, pero la legislación muchas veces lo pone difícil. Hay que saberse las triquiñuelas de los terrenos rústicos o conformarse con un suelo el doble de caro calificado como urbanizable.
En este contexto nos planteamos la yurta como una opción muy interesante, ya que no lleva cimentación como tal y está en un vacío legal.
Foto: Nataraj Noche Entonada
Y al ser una vivienda desmontable, se adapta mejor a nuestra naturaleza nómada y cambiante (al menos, hasta ahora). Estamos tejiendo una comunidad intencional en Extremadura y la idea de tener nuestra propia casita es fundamental para equilibrar el tiempo con uno mismo y con los demás (y en caso de que no vaya bien la cosa o que necesitemos cambiar de territorio siempre podemos llevárnosla.)
Ahí fue que conocimos a Manu, de Celtic Yurts.
Lo más interesante de su empresa es que hace yurtas adaptadas al clima europeo, porque las mongolas acaban pudriéndose o haciendo aguas si no les das mucho mantenimiento por estos lares. Además, Celtic Yurts sacó el curso de autoconstrucción que estamos terminando ahora donde aprendimos a hacer el aro de la claraboya, las celosías que forman las paredes, a unir los aislantes del techo etc. En total, dos semanas de intensa actividad física aprendiendo algo completamente nuevo para nosotros.
Javi, nuestro maestro de bricolaje combina la paciencia con la fuerza de una manera muy inspiradora. Tiene una mentalidad muy eficiente, para hacer las tareas con el mínimo esfuerzo y además, es muy curioso y a la hora de comer parece que estamos haciendo un podcast sobre los temas más diversos.
En el ínterin, nos estamos quedando en la yurta de Manu, que aunque es pequeña, se calienta enseguida con la estufa de leña.
Sentir la lluvia en una yurta es muy bonito, las gotas golpean por doquier las paredes y la cúpula, y pareces estar bajo la ducha. Cuando los pájaros cantan, es como si no hubiera paredes, cuando sale la luna... Te riega... Y los sueños lunares comienzan a rodar.
Hacer un suelo calentito es muy importante y por eso Manu usa un material llamado Panel Sandwich, hecho de contrachapado y poliuretano expandido, ligero, resistente y grueso.
Vivir en una yurta es ser muy sensible a lo que pasa fuera, porque tiene la piel muy fina, las paredes están hechas de apenas tres o cuatro capas de aislante y lona. Por eso sólo sirven para vivir en el campo. En una ciudad uno necesita gruesos muros para olvidarse de donde está viviendo, sin embargo la yurta es una forma muy interesante de vivir en comunión con el entorno.
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